16/02/2011

Miguel Hernández



Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.


El Supremo rechaza revisar la condena a muerte de Miguel Hernández pero reconoce su injusticia

1 comentário:

sem olhos disse...

Tão bonita, a simbologia... fonte primitiva do não-ser...
Qualquer caderno de poesia que se preze não passa de uma matrona com flores secas nas mãos e anémonas grandes no cabelo a balbuciar gagamente umas palavritas universais compradas na loja mais próxima. Ao lado, sempre a assustadora e comprida etiqueta cerebral a confirmar o cheiro desgastado do mofo roubado às estantes e à experiência pateticamente mundana, que é preciso viver tudo antes de morrer!

Um íssimo, íssimo, íssimo cansaço! Não importa a língua em que o bocejemos.